La Semana Santa isleña de 2017 ha estado marcada por varios hechos que la han hecho distinta a las vividas anteriormente. Cada Semana Mayor sólo se parece a la anterior porque cada una de ellas queda mediatizada por acontecimientos, conmemoraciones o hechos destacables que las hacen distintas. Hay una frase de la que abusan quienes desconocen el valor de nuestra Semana Santa y menosprecian su importancia. “Siempre es lo mismo, cada año igual”, afirman, sin saber realmente que, siendo la base idéntica (nuestros venerados titulares, túnicas, pasos, etc.) hay numerosísimos detalles que hacen que cada Semana Santa no sea igual.
En esta ocasión, y junto con el incremento patrimonial que se ha visto en algunos estrenos de cofradías (faroles entrevarales para los palios de Salud de Ecce-Homo o Dolores del Nazareno, el enriquecimiento paulatino de los respiraderos de Medinaceli o Caridad, como ejemplos más destacados), los días pasionales de 2017 se han caracterizado por varios fenómenos destacados: el primero, la meteorología. Todas las hermandades han realizado su estación de penitencia (algo que no venía siendo lo habitual en estos últimos años con la aparición de la lluvia), afectando el viento de levante solo el Domingo de Ramos hasta el punto de apagar prácticamente las procesiones. La paulatina mejoría del tiempo ha hecho que las candelerías de los pasos hayan ido cuajadas de cera, los cirios de hermanos encendidos y la gente haya tomado las calles de una manera extraordinaria, invitadas por la bonanza de unas noches suaves y si acaso, con algo de cierto fresco el Jueves Santo.
Como segundo factor importante: la ausencia del Hijo Predilecto de la Ciudad. El maestro Alfonso Berraquero, crucial en la imaginería isleña por ser el autor o restaurador de un buen número de imágenes sacras de la ciudad, falleció el pasado mes de diciembre. La Semana Santa ha estado huérfana de él y las cofradías lo han recordado con detalles en sus cortejos. Humildad y Paciencia mostraba una gubia con un lazo negro en el frontal de su titular el pasado Domingo de Ramos; Ecce-Homo, el Lunes Santo, vestía con tocado negro a Claudia Prócula en su paso de misterio y en el palio, donde procesiona la Virgen de la Salud que tallara Berraquero, también figuraba una gubia. Tres Caídas enfilaba su paso hacia la calle Bonifaz el Jueves Santo, el lugar donde el artista isleño tenía su taller… Y así se hizo presente, en las calles, el recuerdo por un hombre que, aun siendo ya el maestro que todos reconocemos, llegará el momento en el que se sepa de verdad la dimensión universal de su obra.
Otras señas de identidad de la Semana Santa isleña de 2017 han sido el recuerdo de las monjas capuchinas que ya no están en el convento de la calle Constructora Naval, por donde han seguido procesionando cofradías como si aun vivieran en él aunque el público apenas se ha dejado ver en este enclave al saber que ya las madres no abrirían sus ventanas para bendecir a los cofrades; la salida de Vera+Cruz desde su capilla tras años haciéndolo desde la parroquia del Santo Cristo; los 75 años de la fundación de la Caridad, teñidos de luto con el recuerdo de Juan Rodríguez Añino, su exhermano mayor, y el malogrado Javier Moreno Ortiz, y la acción solidaria cofrade con las ‘lágrimas de vida’ de hermandades como Medinaceli o la utilización del color rosa en el exorno del paso de palio del Prendimiento, para la Virgen del Buen Fin, como apoyo en la lucha contra el cáncer de mama.
Por lo demás, La Isla sigue demostrando su eminente carácter cofrade; que es capaz de movilizarse masivamente para presenciar sus hermandades; que el nivel de sus bandas de música es más que notable, tanto tocando en la ciudad como en sus contratos fuera de ellas, incluyendo la única formación isleña que no acompaña a ninguna hermandad de la ciudad, la Banda del Despojado, que lleva el nombre de La Isla a localidades como Ceuta, La Línea o Vejer; que la carga isleña, en su variedad dentro del estilo autóctono y con sus distintas cuadrillas, está cuidándose porque la conciencia ha empezado a hacer mella y quienes portan los pasos, con sus capataces al frente, saben que hay que depurar, suavizar sus andares e igualar bien. Atrás quedan esos vídeos que se pueden ver en internet de antiguas grabaciones en super8 de los años setenta que desmontan lo que dicen algunos: que entonces se cargaba mejor en La Isla. Pues va a ser que no, basta con comparar brusquedades y ‘picados’ de pateros o quietos exagerados de años pasados. Y que los pasos van por lo general muy bien exornados por los floristas. Ha sido un año de rosas blancas y orquídeas en los palios.
Hay mucho que arreglar, es obvio, entre otras cosas la asignatura pendiente del comportamiento del público, que como aspecto positivo ya hemos destacado su presencia en la calle y como negativo no podemos dejar pasar la necesidad de que se conciencie de que las procesiones no son cabalgatas, que los hermanos no son acumuladores de cáscaras de pipas en sus colas desplegadas, que el griterío y el ruido sobra siempre pero mucho más el Viernes Santo con sus procesiones fúnebres y que a los músicos hay que respetarlos porque el cortejo no termina hasta el último de ellos.
Quedan ahora once meses para continuar creciendo.
Ofrecemos a continuación un álbum de imágenes cedidas a SAN FERNANDO COFRADE por el fotógrafo isleño Manuel García Salas que su autor ha querido titular SEMANA SANTA EN LA ISLA 2017 AL DETALLE, que destacan tanto por su calidad como por la otra visión de elementos consustanciales con los cortejos procesionales que hemos podido contemplar en estos pasados días.
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